miércoles, 23 de noviembre de 2011

Respeto en el aula: tiempo del pasado


Recordaba el otro día momentos de mi infancia cuando iba en colegio y uno miraba al profesor como una autoridad, un ideal a seguir, un ejemplo de vida. Hoy en cambio, los educandos no valoran la labor docente, el maestro ya no es maestro, es un mero profesional que tiene que entregar contenidos y hacer clases, y su autoridad es cosa del pasado.

Es cierto que años anteriores algunos profesores eran tipos duros, que no aceptaban  un mal comportamiento, un desorden en el aula, o la interrupción de la clase. Recuerdo que cuando me portaba mal en casa, mi madre decía que me acusaría con mi profesora jefe  y yo me asustaba, no podía permitir atravesar por la vergüenza que significaba que en el colegio se enterara la profesora y de paso mis compañeros. Eso era terrible y agachaba mi cabeza y cambiaba mi mal comportamiento.

Ahora es común ver a alumnos que amenazan a los docentes, en donde el profesor incluso llega a tener miedo de sus estudiantes, y aunque trata de hacer lo posible por instaurar un respeto en la sala de clases, los estudiantes acusan a este con sus apoderados, generándose denuncias, abusos de poder, etc. El maestro ya no es ese ejemplo a seguir y es lamentable que los muchachos no se encanten con  las enseñanzas que entrega el maestro, esas historias que a mi también me encantaron  y generaron que me gustara leer, crecer como persona y ganas de aprender más.

La globalización y la exigencia de derechos ha desencadenado que se mal entiendan los roles, en el sentido que ahora no se validad la labor docente como una instancia de aprendizaje que se extiende fuera del hogar. Ahora se ve como una obligación, en donde el maestro actúa como un instrumento destinado a entregar herramientas.

También es cierto que el prematuro conocimiento que tienen ahora los estudiantes con su incursión cada vez más precoz en las redes sociales, prima al momento de debatir con el maestro. Ya no existe una atención al interior del aula, sino un constante desinterés por parte de los educandos. Aprenden más rápido en Internet y la asistencia a la escuela pasa más que nada por un trámite.

Extraño con añoranza mis días de colegiala, en donde todos poníamos atención a la persona que estaba ante nosotros. En estos tiempos todo es distinto, y al maestro no le queda más que luchar por enseñar y que los estudiantes logren aprender, convirtiéndose muchas veces en psicólogos, amigos, estar pendiente de más de 40 niños a la vez. Estas cosas no cambian y el maestro continúa siendo una extensión de la casa, un libro abierto del saber que nos invita día a día a que seamos mejores personas. Su vocación es incansable. 

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